El despido interior y cómo evitar el desgaste de la vida de pareja

El concepto de despido interior fue acuñado por Lofti El-Ghandouri en su libro homónimo allá por el año 2007, para referirse a una situación que afecta a miles de personas en la esfera profesional y que hoy vamos a examinar desde el punto de vista de la pareja.

El-Ghandouri definió el despido interior como la consecuencia final de un proceso de burnout: el estado en el que uno está literalmente “quemado” en un trabajo, en una sensación de infelicidad continuada de hastío laboral al que se llega cuando no se consiguen las metas profesionales que uno se marcó. Cuando se llega a este estado, se da paso a un período en el que se continua en la empresa por inercia, habiendo perdido ese compromiso personal que se adquirió al comienzo, estamos en despido interior.

Voy a explorar la forma en la que podemos extrapolar este concepto al plano de la pareja.

El despido interior en la pareja

«De la misma manera a la que llegamos a un profundo convencimiento de que ya no estamos comprometidos en nuestra vida laboral y sentimos una especie de ruptura con nuestra empresa, ocurre algo muy similar en la pareja. Y ocurre porque con la pareja firmamos un contrato, seamos o no conscientes de ello».

Las relaciones “de sangre” se basan en el amor incondicional, padres, hermanos e hijos. Sin embargo, en la pareja existe un contrato, un acuerdo entre dos partes. En un momento vital concreto decidimos caminar al lado de alguien con quien deseamos crear un vínculo muy personal para que nos acompañe en la construcción de nuestro proyecto personal y firmamos una especie de contrato indefinido con alguien que nos ayudará, y a quien ayudaremos en las respectivas esferas personales, y ambos construiremos algo común que nos proporcionará felicidad, seguridad, progreso o todo esto unido.

Sin embargo, en las relaciones de pareja no hay amor incondicional, hay un amor sujeto a un acuerdo tácito no escrito. Una especie de “te quiero”, pero además “me convienes” en este momento para conseguir lo que quiero. Por eso, si un hijo no se comporta acorde al estilo de vida que habíamos programado para él, no le abandonaremos, al menos en circunstancias normales y probablemente seguiremos apoyándole hasta el final. Sin embargo, en el caso de la pareja, ocurre algo muy distinto. Si tu pareja rompe el contrato que os unió y especialmente si os habéis alejado también en el plano del amor, el respeto y el cariño, tarde o temprano se romperá, comenzarán los conflictos, los reproches, las exigencias mutuas para que el otro sea como tu necesitas o te conviene que sea porque en el fondo quieres reformular el contrato inicial, sólo que no eres consciente. El desencuentro puede desembocar en guerra abierta y en una separación que permita a los dos transitar por caminos distintos. Ese es un proceso normal en una pareja.

«El problema aparece cuando el despido interior, ese momento previo a la separación, se mantiene durante mucho tiempo, cuando el punto en el que es evidente que se debe iniciar la ruptura, no se produce porque no se da el paso».

Se puede continuar en pareja con el convencimiento de que no hay futuro, de que en realidad no deseas seguir ahí, durante meses e incluso años. Conozco muchas personas entre las que me incluyo, que han estado durante varios años en esa situación, con la esperanza de que algo ocurriera que solucionara la situación, resistiéndose a salir de una pareja que ellos mismos consideran muerta. ¿Por qué hacemos esto?

¿Por qué postergamos la decisión de abandonar la pareja cuando entramos en despido interior?

Habitualmente nos contamos una serie de “mentiras” para autoconvencernos de que en realidad no es el momento adecuado para alejarse de la pareja. Es la resistencia al cambio, el mantenimiento a ultranza de nuestra zona de confort.

Hay excusas de todo tipo: después de los exámenes de oposición, cuando los niños sean un poco más mayores, es que me da pena, cuando encuentre trabajo… En realidad, se trata de postergar una decisión que ya hemos tomado porque estamos en una situación de despido interior, un convencimiento interno de que aquello ha terminado. Las verdaderas razones por las que no tomamos la decisión final están más relacionadas con las resistencias internas que se derivan de nuestros estilos personales. Aquí que te pongo algún ejemplo de algunos estilos personales, por si te sirve para identificarte.

Estilo “no quiero enfrentarme al momento de la ruptura”. Aquí estamos ante personas que temen el conflicto y prefieren continuar en pareja con la esperanza de que no sea necesario romper finalmente. Suelen adaptarse a las exigencias que poco a poco le ha ido imponiendo el otro, intentando sobreadaptarse sin reaccionar para evitar discutir, intentando llegar a acuerdos para hacerse respetar y siempre frustrados porque no suelen conseguirlos. Estas personas pueden dilatar mucho “el momento” de la decisión engañándose con falsas esperanzas y malgastando un tiempo muy valioso cargado de muchísima infelicidad.

Estilo “más vale lo malo conocido”. Este es el estilo de los que temen quedarse solos. Como en la fábula de la “rana hervida” en la que una rana introducida en una olla caliente termina muriendo literalmente cocida en el agua porque va aguantando paulatinamente un grado más de calor sin hacer nada para salvarse hasta que termina hervida. Las personas de este estilo se van acostumbrando a una situación en la que no se sienten bien, en la que incluso son desgraciados, sin hacer nada para solucionarlo, diciéndose a sí mismas que lo que tienen no es bueno, pero es lo que conocen. Estas personas suelen recibir una bofetada tremenda de la vida en forma de gran colapso que les impulsará a reaccionar. También los habrá que terminen destruidos, hervidos como la rana.

Estilo “no es correcto abandonar la relación”. Estas personas tienen muy arraigado el sentido de lo que está bien y lo que está mal, desde la perspectiva de lo que ellos deben hacer y adelantando lo que los demás opinarán. Suelen ser personas preocupadas por hacer siempre lo adecuado para ellos y de cara a la opinión de otros y este freno les impide tomar decisiones a corto plazo.

Estilo “prefiero encontrar un sustituto antes de dejar a mi actual pareja”. Estos son los infieles. Hay dos tipos de personas de este estilo a la hora de reaccionar ante una situación de despido interior: los que comienzan a mirar al exterior con la idea de encontrar un sustituto y los que deciden mantener una doble vida manteniendo dos parejas a la vez.

Todas estas decisiones son anómalas. En realidad no son decisiones, son un intento dañino de mirar de perfil hacia lo que está ocurriendo, evitando solucionarlo.

«Estos procesos son bastante destructivos para las dos personas en pareja porque dilatan una situación negativa que ES INEVITABLE, que termina estallando tarde o temprano con gran virulencia en muchos casos y cobrándose una factura dolorosa, algo que pretendíamos evitar y que ahora se ha convertido en algo doblemente doloroso».

Por eso, es absolutamente necesario tomar una decisión madura, actuar con empatía y asertividad a la hora de decidir y de comunicárselo al otro. Es fundamental no evitar el momento, no postergar.

Esta evitación a la hora de salir de una situación que sabemos no es sostenible se basa en una especie de vaga esperanza que aún mantenemos porque creemos seguir enamorados, pero que en realidad se debe a la parálisis del miedo al cambio, a la necesidad de permanecer en la mal llamada zona de confort y digo mal llamada porque en esa situación no se está nada confortable.

En este tiempo le damos muchas vueltas a la cabeza con el objetivo de descubrir qué salió mal.

Yo te diré que lo que ha pasado, por qué has llegado a este punto, que te hizo desembocar en un despido interior, y entenderás por qué no pudiste evitarlo o qué hacer en una próxima relación que sea importante mantener para ti.

Por qué llegamos a la situación de despido interior

El despido interior es la etapa final de un proceso de burnout en el trabajo o de un desencuentro cada vez más llamativo en la pareja, es algo así como “tirar la toalla”, llegar al convencimiento de que no hay salida para la relación con el trabajo o con la pareja. ¿Cómo se llega hasta aquí con alguien que ha sido un compañero de vida tan íntimo?

Solemos vivirlo como un fracaso, pero no lo es. Entiende que cuando te uniste a tu pareja hace varios años, tu momento vital era uno determinado y tu pareja encajaba perfectamente con tus necesidades y sueños personales, hacíais un buen equipo. Os ayudasteis, os disteis cariño, quizá tuvisteis hijos en común y, en el transcurrir de los meses o los años de convivencia, cada uno mantuvo en paralelo su evolución personal.

«Las personas seguimos evolucionando cada día como resultado de los acuerdos interiores a los que llegamos, como consecuencia de la vida que nos toca vivir y la evolución que cada uno hace por separado le conduce a momentos vitales diferentes con el tiempo».

Digamos que cuando tenías 30 años y te uniste a tu actual pareja estabais los dos en vuestro momento A, ese de absoluta complicidad en el que encajabais perfectamente y a tus 40 años tú estás en el momento X y él o ella en el momento Y, y ya no encajáis. ¿De quién es la responsabilidad?. De nadie. No elegimos cómo vamos a evolucionar, cada día tomamos pequeñas decisiones que nos dirigen por una vía que produce cambios en nosotros, y un día nos despertamos al lado de alguien que ya no comparte nuestros objetivos y que no encaja en nuestra actual vida. Es el momento de hablar con sinceridad, empatía y asertividad con el otro y decidir alejarse, aunque sea muy doloroso, para no arrastrar un malestar actual que se convierta en rencor y que nos dañe personalmente.

¿Te preguntas si esto es evitable?

La respuesta es que sí. De hecho, hay parejas que siguen unidas y felices hasta la vejez.

Por supuesto, porque es inevitable, han pasado por crisis a lo largo de su relación, pero han conseguido superarlas. ¿Cuál es su secreto? Lo fundamental es seguir amándose, si no hay amor no es posible hacer esfuerzos como los que hacen estas parejas para mantenerse unidos.

«Con el amor como sustento, las parejas que permanecen unidas tienen la virtud de hacerse conscientes de que el otro va teniendo necesidades distintas a lo largo de los años, que van a llegar a periodos de desconexión, donde ambos se comprometen con sueños distintos, donde se rompe la magia y se produce un aparente alejamiento. Y ser conscientes de ello les coloca en una situación en la que pueden decidir re-acoplarse».

Deciden si desean o no adaptarse al otro y dejarle espacio para que siga su camino y comenzar a andar en paralelo. Caminar juntos, pero cada uno persiguiendo su sueño y continuar con el apoyando al otro, aunque ya no sea como antes, aunque ya no sean objetivos comunes, aquellos que permitieron una cohesión total en el inicio. Este tipo de parejas redefinen su contrato, vuelven a establecer las nuevas reglas entre la pareja.

Pongamos un ejemplo. Digamos que tu pareja era una persona de éxito y que tu decidiste apoyar su carrera y quedarte en un segundo plano, dedicándote a seguir objetivos personales, quizá artísticos, quizá familiares, pero perfectamente compatibles con tus deseos en ese momento y que además te dejaban tiempo y energía para ocuparte de muchos temas comunes que le permitieran a él o a ella concentrarse en su momento profesional. Digamos que lo consiguió y en ti surgió la necesidad de emprender, dejar de seguir a la sombra de los proyectos de tu pareja y comenzar tu propia aventura profesional. Digamos que tu pareja no puede devolverte lo que tu le diste porque debe seguir concentrado para mantener su éxito. Aquí se produciría, en circunstancias normales, un desencuentro que producirá rencor y que podría desembocar en la ruptura del acuerdo de pareja.

Por el contrario, ¿qué haría una pareja que decide conscientemente continuar a pesar de esta aparente incompatibilidad? Quizá el miembro de la pareja que consolidó sus objetivos profesionales previamente decida bajar su ritmo y liberar en parte de los temas comunes al otro, dejándole tiempo y espacio para que pueda enfocarse en su propio logro. Los dos pueden anunciar a las personas que dependen de ellos, los hijos, que ambos progenitores van a dedicarse a sus carreras y que ellos deben asumir nuevas responsabilidades. Ambos deberán estar felices en la nueva situación, apoyando y discutiendo la estrategia del otro, sin reprocharle sus decisiones, aunque a veces resulten incómodas. Apoyo, confianza y amor para poder acoplarse a los cambios y evolucionar juntos, en libertad y con respeto.

«Si en tu caso es tarde y te encuentras en un despido interior, sé valiente y sal de ahí. Seguir en ese estado te imposibilita para continuar con tu vida y además te daña. Si en tu caso, consideras que aún no es tarde y que es mejor renunciar a algo para mantener tu pareja, adelante, siempre y cuando haya amor y no lo hagas para postergar o evitar tomar una decisión».

Debe basarse en el deseo de llegar a un nuevo acuerdo para continuar, pero no debe significar sobreadaptarte a tu pareja. Debe significar dejarle seguir con su vida, no cambiar la tuya con tal de que no se vaya y puedas continuar dentro de una pareja que te hace desgraciado.

Es fácil distinguirlo, se trata siempre de sentirse feliz dentro o de salir de allí.

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