Estoy segura de que tienes muy internalizada la idea de que en la vida hay dos tipos de personas: los positivos y los tóxicos.
La mayor parte de las personas que conectan con esta idea se colocan además en el bando de los positivos, es decir entre quienes han adoptado el llamado pensamiento positivo. En el otro lado, los tóxicos son las personas que exhalan negatividad, personas de las que debemos escapar.
Debemos felicitarnos por la penetración del concepto de pensamiento positivo en nuestra sociedad. Gracias a esta masiva aceptación, hemos interiorizado argumentos poderosos para rechazar conscientemente la basura emocional de otros, los llamados tóxicos. Es un importante legado de la psicología positiva que nos ha enseñado a protegemos más y mejor de las emociones y los pensamientos negativos de los demás. Me siento personalmente orgullosa y agradecida por este hecho, sin embargo soy consciente de que simultáneamente está provocando efectos indeseables, unos efectos que yo denomino: la tiranía de ser positivo. ¿A qué me refiero con esto?
Yo lo defino como la obligación autoimpuesta de expresar positividad en todo momento, que se traduce en la necesidad de hacer gala de un optimismo casi ilusorio y de expresar alegría permanentemente, nos sintamos alegres o no. Esta autoexigencia de parecer eternamente felices, nos niega el derecho a sentirnos mal, para no percibirnos -y mucho menos que nos perciban- como personas negativas, esas a las que ponemos habitualmente nuestro veto.
La realidad no es siempre ideal, la vida nos presenta retos y nos enfrentamos a muchos cambios, algunos amargos. Cuando sobrevienen los problemas nos es muy difícil sentirnos alegres u optimistas, pero nosotros intentamos colocarnos la careta positiva y no nos permitimos pedir ayuda. Algo aquí no está funcionando, este no es el mensaje correcto que quiso transmitirnos la ciencia de la felicidad.
Para empezar, es evidente que confundimos conceptos, empezando por el reduccionismo de la bipolaridad positivismo/toxicidad. Las personas no son extremos de un continuo, esto es una falacia. Las cosas no son tan simples y las personas no somos blanco o negro, así que empecemos por definir qué es pensamiento positivo.
«Debemos felicitarnos por la penetración del concepto de pensamiento positivo en nuestra sociedad».
¿Qué es en concreto el pensamiento positivo?
En la red he encontrado múltiples definiciones que ayudan a mantener un error de concepto que existe y que está en la base de la tiranía de ser positivo. Un ejemplo es el que define el pensamiento positivo como la “creencia de que con trabajo y esfuerzo no hay nada imposible”. Quizá tu también identificas el pensamiento positivo con frases motivacionales de este estilo. No seré yo quien reniegue de estos mensajes que ayudan a muchas personas a seguir adelante en momentos complicados, pero pensar en positivo no es eso, no consiste en tener ideas poco realistas. Es cierto que la creencia en las posibilidades personales aumenta nuestras capacidades, pero desgraciadamente el convencimiento de que podré competir en la NBA a mi edad y con mi altura no hará posible que finalmente compita, por mucho que me esfuerce y por muy segura que esté de mis posibilidades. Simplemente no es realista y si empleo toda mi energía en ello, me sentiré lógicamente muy frustrada.
Otra definición igualmente nefasta reza que el pensamiento positivo “consiste en poner la atención en el lado amable de las cosas”. Me interesa mucho hablar de este tema porque ésta si podría ser una definición universalmente aceptada sobre lo que significa pensar en positivo. Este tipo de afirmaciones nos invitan a retirar la atención sobre lo que no sea agradable, ignorando capítulos en nuestra vida que hay que afrontar. Pensar en positivo no es ignorar la realidad. Aunque sea algo muy extendido, es un lamentable error.
La definición de la psicología positiva es esta: “el pensamiento positivo es el que proporciona bienestar y satisfacción con la vida”. Es decir, es una manera de pensar aprendida en la que nuestros pensamientos se ponen de nuestro lado, nos apoyan, nos otorgan autoestima y nos ayudan a sentirnos bien.
Y aunque esto te sorprenda, te diré que lo común es que los pensamientos diarios no nos hagan muy agradable la vida. Estoy segura de que conoces la famosa estadística que dice que las personas tenemos alrededor de 60.000 pensamientos al día de los cuales el 94% son repetitivos y de ellos el 80% son negativos. Si hacemos cuentas, llegaremos a la increíble cifra de 44.800 pensamientos negativos cada día, frente a los 15.200 positivos. Una evidente descompensación.
«Pensar en positivo no es ignorar la realidad. Aunque sea algo muy extendido, es un lamentable error».
Te estarás preguntando por qué son tan abrumadoramente mayoritarios los pensamientos negativos. La explicación está en el funcionamiento de nuestro cerebro que está diseñado para fijarse en las posibles amenazas, lo negativo que nos rodea, para prepararnos y ponernos en guardia. El cerebro crea por defecto unas gafas negativas para que podamos defendernos. Es un mecanismo adaptativo.
Pero además de ser abrumadores, esos casi 45.000 pensamientos negativos son repetitivos, es decir los pensamos cada día, día tras día, durante años. ¿Sabes qué ocurre cuando pensamos lo mismo machaconamente durante años? Que nos convencemos de que es cierto, que elaboramos una creencia. Una creencia es algo en lo que confiamos de manera inquebrantable. Y ¿cómo influye una creencia en nuestra vida?. Las creencias son la materia prima con la que se fabrican las gafas con las que miramos la realidad y con las que juzgamos al mundo…. Efectivamente, te has dado cuenta: juzgamos lo que nos ocurre en la vida en base a nuestras creencias negativas, elaboradas a partir de una cantidad abrumadora de pensamientos negativos que repetimos en nuestra cabeza cada día. ¿Te das cuenta de que estamos condenados a ver la vida en formato pesimista?
«El cerebro crea por defecto unas gafas negativas para que podamos defendernos. Es un mecanismo adaptativo».
¿Cómo es una persona positiva?
Nuestro trabajo es ser conscientes de que estamos funcionando en piloto automático, que llevamos puestas de fábrica unas gafas que ven en negativo. Si dejamos a la naturaleza que trabaje por si sola, tendremos cada vez unas creencias negativas mas fortalecidas sobre el mundo.
Somos nosotros los que voluntariamente debemos poner consciencia sobre este hecho e intentar hacer el sobreesfuerzo de reinterpretar lo que vemos en positivo, de cambiar las gafas y obtener las dos versiones, la positiva y la negativa. Muchas veces nos daremos cuenta de que existe una explicación igual de razonable y realista desde el optimismo. Y en ese caso, podemos elegir verlo así.
Así, por ejemplo, podemos visualizar a tu competidor en el trabajo como un padre de familia que tiene miedo de perder su empleo y se siente amenazado por tus capacidades. Puedes elegir pensar que tienes enemigos en el trabajo, o puedes pensar que eres alguien muy brillante y otras personas se sienten amenazadas por ello y de ahí sus reacciones. Esta última interpretación te permite ser más compasivo y mejora tu autoestima. En otro ejemplo totalmente distinto, si hoy llueve y tenemos que cancelar el partido de pádel, podemos ver en la lluvia una oportunidad para dedicar el día a cocinar en familia. Puedes elegir pensar que tienes mala suerte por tener que anular tu partido o, por el contrario, puedes disfrutar de las otras posibilidades que se abren con la nueva situación. Si lo ves de dos maneras, puedes elegir.
¿Por qué elegir la interpretación positiva? Básicamente para producirte bienestar, puesto que los pensamientos crean las emociones. Si interpretamos en positivo nos sentimos bien y si lo hacemos en negativos, ocurre lo contrario. Así de simple. Y aquí vuelvo a recordar la definición de la psicología positiva: “el pensamiento positivo (yo añadiría “y realista”) es el que proporciona bienestar y satisfacción con la vida”.
«¿Por qué elegir la interpretación positiva? Básicamente para producirte bienestar, puesto que los pensamientos crean las emociones».
El matiz es que la cultura del pensamiento positivo no presupone que nos sentiremos eternamente optimistas, sólo nos invita a cuestionar nuestras creencias mayoritariamente negativas y a hacer el ejercicio de reinterpretar en positivo.
Por otro lado, ante una rotura sentimental o un despido, hechos objetivamente negativos, no caben interpretaciones optimistas, en este caso tienes poderosas razones personales para sentirte mal por lo que está ocurriendo. Es más, no permitirnos sufrir un duelo puede producir desequilibrios mentales. En estos casos y en otros aún más graves, las personas positivas son compasivas consigo mismas y se permiten sentirse mal. No eres tóxico por eso.
«El matiz es que la cultura del pensamiento positivo no presupone que nos sentiremos eternamente optimistas, sólo nos invita a cuestionar nuestras creencias mayoritariamente negativas y a hacer el ejercicio de reinterpretar en positivo».
¿En qué consiste exactamente ser una persona tóxica?.
Ya tienes identificadas en este grupo a las personas negativas, los tóxicos de toda la vida, entre los que están dos tipos fundamentales de personas: los victimistas y las personas que se quejan constantemente.
Los primeros son esas personas que te buscan para arrojarte su negatividad, como si tu fueras el recipiente de sus penas. Suelen ser personas que se sienten incapaces de afrontar la vida y se derrumban ante los conflictos, en lugar de ponerse manos a la obra para resolver.
La otra versión de los que no enfrentan la adversidad son los que se quejan. Estos tampoco luchan contra los problemas, en cambio se lamentan y culpan a alguien de lo que les está pasando, convirtiéndose en el fondo en sufridores, al igual que los victimistas. Eso es basura emocional, recuérdalo. El problema no es que se sientan así, eso es humano, el problema es que sólo buscan descargar en ti su frustración para sentir alivio emocional y, paradójicamente, NO BUSCAN RESOLVER lo que les ocurre.
Con independencia de lo que parezca externamente, además de los profesionales de la manipulación, que merecen un capítulo aparte, existe una tercera versión entre los negativos, constituido por las personas que no te dejan ponerte tus gafas positivas para evaluar la realidad. Son personas que te llaman ingenuo por tener esperanza, iluso por buscar explicaciones paralelas bienintencionadas, y lo hacen porque ellos son incapaces de hacerlo.
Los tóxicos sienten emociones negativas porque piensan en negativo. Ellos juzgan, manipulan, se comparan, se quejan, compiten, creen tener la razón y te dicen lo que debes hacer, son inconfundibles porque todos ellos te dejan una sensación de malestar cuando te comunicas con ellos.
«Los tóxicos sienten emociones negativas porque piensan en negativo».
Los que fingen ser positivos
Finalmente, existe un grupo de personas que finge ser positiva porque desea serlo. Estas personas son las víctimas de la tiranía de la positividad. Aunque se sientan mal no se permitirán descargar su malestar y preferirán ocultarlo. Son personas que lloran en soledad, colocándose una sonrisa cuando dejan de llorar. Son víctimas de si mismas.
Si eres de este último tipo de personas, a ti va dirigido este artículo. Te invito a que te permitas descargar tus emociones, comunicándote con las personas en las que confíes con asertividad y sin culparte ni culpar a nadie por lo que te pasa, dándote permiso para expresarte con el objetivo de aprender y repararte.
Y recuerda, no merece la pena fingir que eres feliz, merece la pena serlo.
«Existe un grupo de personas que finge ser positiva porque desea serlo. Estas personas son las víctimas de la tiranía de la positividad».