Estrenamos nuevo año y nueva década. Y, como cada comienzo de año, solemos sentir que estamos ante una nueva oportunidad para renovar la vida.
Renovar implica cambios, y los cambios nuevos propósitos, lo que irremediablemente nos lleva a pensar en objetivos para el año que acaba de comenzar.
Tal Ben Shahar, un autor muy admirado por mí y uno de los maestros de la ciencia de la Felicidad, en su libro “Ganar Felicidad”, explica la importancia de tener objetivos en la vida para ser feliz. Según Tal Ben, las grandes metas vitales constituyen la brújula que guía nuestra vida. Sin esos objetivos vitales, la vida carece de rumbo.
Estas grandes metas están alineadas con nuestros valores. Te pongo algunos ejemplos: “hacer que nuestros hijos lleguen a ser buenas personas”, conseguir una “estabilidad económica y emocional en nuestra vida” o “formar una familia”. Son las guías básicas para organizar nuestra trayectoria vital. Según Tal Ben, necesitamos de estas grandes metas para dotar de SENTIDO a nuestra vida, condición necesaria para ser feliz.
«Según Tal Ben, las grandes metas vitales constituyen la brújula que guía nuestra vida. Sin esos objetivos vitales, la vida carece de rumbo».
Dando la vuelta al argumento, una vida sin rumbo no puede ser una vida plena. Existen personas que viven una existencia hedonista, sin detenerse demasiado en dotar de contenido su trayectoria vital, y este estilo de placer cortoplacista suele venir acompañado de un gran vacío existencial.
¿Por eso son tan importantes los propósitos del nuevo año?
No exactamente. Acabo de hablar de los Objetivos a Largo Plazo, los que marcan la dirección vital. Pero la vida hay que vivirla en el presente, paso a paso. Estos objetivos indican hacia dónde caminar, pero no marcan los pasos.
Los deseos para el nuevo año tampoco son Objetivos a Corto Plazo. Estos están más relacionados con lo inmediato, con las listas de tareas, con lo que agendamos en la vida profesional y en la personal, hoy, esta semana o este mes. Es el camino, son los detalles, tan importantes para la felicidad. Tal Ben dice que quien es feliz sabe establecer el sentido de su vida, los grandes objetivos basados en valores, pero también sabe disfrutar el camino, los detalles del día a día: dar un paseo al sol, tomar un café tras un cristal cuando llueve, hacer deporte, organizar un viaje, decirle a alguien que confías en él, ir a un concierto o terminar con éxito un proyecto personal, lo que sea que te hace feliz cada día. Estas pequeñas cosas deben guardar coherencia con las grandes metas, pero tan solo son pasos en el camino de vida.
«La vida hay que vivirla en el presente, paso a paso».
Los propósitos del nuevo año son Objetivos a Medio Plazo, y de ellos vamos a hablar en este artículo por su enorme incidencia en la formación de una sólida autoestima.
Una cuestión de autoestima, ¿te sorprende?
Una autoestima sana pasa por reconocer nuestro valor y también por reconocer nuestras áreas de mejora y así querernos y admirarnos tal cual somos, con lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Y, como no podía ser menos, tener autoestima también significa trabajar en mejorarnos para seguir ganando valor a lo largo de toda nuestra vida.
Los propósitos de año nuevo suelen ser ideas para mejorarnos durante el año, para incidir en aquello que todavía puede ser mejor en nosotros y que nos hará sentirnos más orgullosos en el futuro. No sólo porque mejorar es incrementar nuestro valor como personas y con ello nuestra autoestima, sino también por el hecho mismo de conseguirlo. Porque mejorarnos es cuidarnos y querernos.
«Los propósitos de año nuevo suelen ser ideas para mejorarnos durante el año, para incidir en aquello que todavía puede ser mejor en nosotros y que nos hará sentirnos más orgullosos en el futuro».
Entonces, ¿por qué olvidamos estos propósitos en febrero?
Estos propósitos suelen estar relacionados con la salud, como por ejemplo comer más sano, dejar de fumar, hacer deporte o adelgazar. O con la dedicación a uno mismo: volveré a retomar las clases de piano, o este año voy a hacer aquel viaje que llevo tanto tiempo proyectando. Sólo imaginar que lo conseguiremos nos hace sentir bien. Pero algo pasa y finalmente no llegamos a materializarlo. No alcanzar estas metas nos hace sentir culpables por haber sido incapaces un año más de conseguirlo. Y, por supuesto, incide negativamente sobre nuestra autoestima. Se produce justo el efecto contrario. ¿Por qué pasa esto? ¿Qué nos impide llevar adelante estos objetivos que tanto anhelamos y que tanto nos ayudan a valorarnos mejor?
«Necesitamos dosificar nuestra motivación para ayudarnos a tener la constancia necesaria para llegar a la meta».
Normalmente no hacemos más que decir algo como “este año voy a ir al gimnasio para conseguir un cuerpo 10”. Todos sabemos que los objetivos mal definidos son más difíciles de conseguir. Los objetivos que se consiguen deben seguir el modelo SMART (specific, measurable, assignable, realistic and time-related), es decir: específicos, medibles, alcanzables, realistas y con un fin en el tiempo. El mismo objetivo definido en forma SMART sería algo así: “este año me apuntaré el día 15 de enero en el gimnasio y compraré un bono anual, asistiré un mínimo de tres días a la semana para conseguir perder 6 kilos en diciembre, a razón de 500gr. mensuales”. Es posible, medible y tiene un fin en el tiempo, el mes de diciembre. Está perfectamente definido.
De entrada, definirlos correctamente es necesario, pero por si sólo tampoco funciona. Todos tenemos experiencias negativas relacionadas con la falta de constancia, nos hemos hecho un bono anual en enero y hemos trabajado duro en el gimnasio todo el mes, hemos empezado a faltar a nuestro objetivo bien definido en febrero con múltiples excusas y en marzo o abril hemos dejado de ir definitivamente. Por ello, en primavera nos hemos sentido fatal pensando que no somos capaces de cumplir lo que nos proponemos. El método SMART para cumplir objetivos es muy útil en determinados entornos, como los profesionales. Sin embargo, no es suficiente para lidiar con nuestras emociones.
«Cuando definimos un objetivo de esta manera, de forma concreta y exigente, inmediatamente lo colocamos en los DEBERÍA de nuestra vida»
Un DEBERÍA es algo que no hacemos bien, o que no hacemos. Y, en consecuencia, es algo que nos obligamos a hacer para no sentirnos culpables. Está relacionado con la culpa, está en el “debe”. En consecuencia, si lo hacemos -si vamos al gimnasio- estamos razonablemente satisfechos, no exactamente contentos, y si no lo hacemos, nos sentimos culpables.
Sin embargo, a estas alturas ya sabes que todo esto está en nuestra cabeza y que sólo nosotros podemos cambiar las piezas de la mente para ayudarnos. Yo te enseño como hacerlo de otra manera.
En lugar de ponerlo en el DEBE, lo podemos poner en modo SUMA y engañamos a nuestra mente saludablemente: es mejor pensar que si consigo ir frecuentemente al gimnasio este año me estoy haciendo un regalo, estoy sumando a mi vida. Sin obligación y sin culpa.
Me vas a decir que está muy bien eso de no sentirme culpable si no consigo mis objetivos, pero que tú esperabas de mí que te explicara también como conseguirlos. Allá voy.
«La manera de conseguir los propósitos del nuevo año es introducirlos de manera paulatina hasta convertirlos en hábitos».
Si te fijas, la vida está compuesta por un sinfín de hábitos, algunos nos ayudan y otros no. Necesitamos reforzar los primeros y voy a explicarte cómo detalladamente.
Si quiero mejorar mi peso, por ejemplo, necesito dosificar mi motivación para lograrlo. Para ello debo introducir un hábito y afianzarlo.
Si pienso en no obligarme, en hacerlo sin agobios, como un regalo que me hago, tengo que pensar a largo plazo. No puedo apuntarme el mes de enero al gimnasio y agotarme cada día, porque lo abandonaré inmediatamente. Lo más inteligente es ir introduciendo cada mes un nuevo hábito que me ayude a perder peso poco a poco y de manera permanente.
Quizá el primer mes podría comenzar por caminar o hacer una actividad física que me guste y practicarla tan sólo una vez a la semana. Es importante que cuando termine mi sesión física semanal me sienta muy bien, para tener muchas ganas de repetir la siguiente semana. Si he tenido una sensación muy positiva, convierto el nuevo hábito que pretendo inculcarme en un placer, en lugar de en una obligación. Después de un mes de disfrutar de mi sesión de actividad física, he afianzado esa actividad como costumbre y sin demasiado esfuerzo. Es el momento de premiarme por haber conseguido introducir el ejercicio en mi día a día. ¿Podría darme un capricho? Y así el mes siguiente podría introducir una dieta poco exigente, quizá sólo beber dos litros de agua al día y cenar menos cantidad, sin pasar hambre. Esto sumado al ejercicio repercutirá seguramente en positivo en mi peso y de paso, en mi salud. El siguiente mes, podría introducir algo más, como hacer yoga en casa por las mañanas o apuntarme a clases de salsa por las tardes, si eso me gusta y es compatible con mis ocupaciones.
«El secreto es introducir una sola actividad mensualmente y en pequeñas dosis para conseguir disfrutar con ella -esto es crucial- y consolidarla antes de comenzar con la siguiente, para crear un hábito y ser constante sin esfuerzo».
Es importante evitar los sobreesfuerzos que nos desmotiven y nos inviten a abandonar antes de tiempo. Si introducimos cambios poco a poco, iremos sintiéndonos mejor emocionalmente por los logros alcanzados y físicamente por el efecto en el cuerpo de los buenos hábitos y así, conseguiremos reforzarnos y motivarnos constantemente.
Esto es aplicable al cuerpo y a la mente. Podemos proponernos adelgazar o dejar de quejarnos, el método es el mismo: ser conscientes e introducir hábitos de forma paulatina.
En el arranque de 2020 vamos a comenzar introduciendo en el blog de Emotion (https://bienestarenlaempresa.blogspot.com) un nuevo hábito saludable cada mes y te invitamos a acompañarnos para mejorar tu vida mediante esta técnica. Aquí te relaciono los hábitos mentales y físicos que vamos a intentar introducir cada mes a lo largo de 2020 para mejorar nuestra vida e incrementar nuestra autoestima:
ENERO: Introducir el ejercicio físico en tu vida, como una manera de cuidarte y quererte.
FEBRERO: Dejar de quejarme o rebajar mi nivel de queja para disfrutar más.
MARZO: Abandonar las adicciones que dañan mi cuerpo: comida, tabaco, televisión, redes sociales, etc.
ABRIL: Dejar de postergar lo que quiero hacer.
MAYO: Poner la atención en los pequeños detalles.
JUNIO: Aprender a convivir con mi soledad, sintiéndome muy bien.
JULIO: Vivir en el presente, en lugar de seguir esperando que vengan tiempos mejores.
AGOSTO: Que lo importante sea lo más importante: familia y relaciones.
SEPTIEMBRE: Descansar y dormir más y mejor.
OCTUBRE: Valorar lo que somos y lo que tenemos.
NOVIEMBRE: Fluir con la vida.
DICIEMBRE: Aprender a ser optimista.
Y finalmente, te deseo lo mejor que alguien puede desearle a otra persona: muchísimo AMOR para 2020.